Sobre chocolate y chicos de oro

Cada muchicientas generaciones, aparece un niño especial. Un niño único. Mi sobrino.

Entiendo que será una obviedad y respeto que cada cual tire para su familia. Pero como diría la Señorita Sur: "Verdad sólo hay una. Y la tengo yo".

Digamos que niños graciosos hay muchos. Cierto. Que tengan alguna habilidad especial, quizás haya menos, pero los hay. Cierto también. Es una verdad como un templo lo que solemos decir entre la comunidad tietil: "Es que es muy pequeño para las cosas que hace!"

Caídas de babas aparte, no conozco otro personaje de dos años capaz que generar un campo magnético (Magneto tiene sustituto) en la cara de alguien. Créanme. El otro día fue capaz de ponerme imanes en la cara sólo con su voluntad. Bueno, y apretando cosa mala hasta que me puso la gorra, las cejas y la nariz de Blas.

Hay gente que dice que es el único niño que quiere Wevo Inde sólo por el chocolate en vez de por el juguete. Tantos años buscando el preciado juguete y resulta que lo interesante es el chocolate! Menuda lección para los de mi generación.

Escalador nato y zampabollos compulsivo, no deja a nadie indiferente. Sea con sus bailes (dotados de un ritmo y desparpajo inusitado) o con sus cada vez más inteligibles comentarios (Y no desprovistos de cierto tono exagerado y puebleril).
Tremendamente expresivo, adopta maneras, gestos y muecas que serían la envidia del Carrey más pintado (o sea, The Mask y The Grinch).

Habilidoso también a la hora de tirar de memoria y sorprender al respetable con datos antiguos, casi antediluvianos. La de tiempo que hemos invertido en recordar cosas que para él están grabadas a fuego en su cabecita.

Horas. Horas podría estar hablándoles de él. Y nunca haría justicia a tan excepcional personita. Llamado a seguir haciendo historia y predestinado a cosas con las que los simples mortales sólo alcanzamos a soñar, me daría por satisfecho sólo con ir de tanto en tanto explicándoles sus andanzas y aventuras.